tag:blogger.com,1999:blog-13422011090513574352024-02-20T04:48:19.380-08:00Y entre los árbolesSantiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comBlogger9125tag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-55504671650247136982010-09-30T09:38:00.000-07:002010-10-03T18:09:17.619-07:00Adiós payasosDesde hace meses que estoy viendo –no sé si “viendo” es la palabra correcta, pero me gusta- la forma de escribir un cuento sobre payasos.<br />Payasos alrededor de un muerto.<br />No me acuerdo la fecha, creo que fue durante 2009, en que se me ocurrió escribir un cuento sobre un velatorio, en el que todos los presentes estuvieran vestidos de payasos.<br />Y, claro, el muerto también.<br />Fue una idea sin mucho contenido (y poco original).<br />Se me ocurrió así: como una escena. Un gran salón blanco con el ataúd en el medio, debajo de una gran cruz iluminada, y a su alrededor cientos de payasos mirando dentro del cajón.<br />De los clásicos, los de mi infancia. Esos con la cara pintada, monos multicolores y calzados ridículos, de los grandes. Y para coronar, todos con su nariz de pelota roja.<br />Nunca supe qué más agregarle al cuento. Quizás narrar otra escena: todos los payasos, torpes con sus zapatos enormes, cargando el ataúd, en divertida procesión al camposanto.<br />La calle de tierra, la gente asomada en los portales de casas coloniales de dos pisos.<br />Al final de la calle, y entre la nube de polvo, el cementerio. Un portal grande, de hierro negro.<br />Había escrito la idea, pero luego la abandoné durante meses en la carpeta de "borradores" de mi correo electrónico.<br />Estuvo ahí siempre. Cada vez que estaba aburrido en el diario regresaba a la carpeta y leía esos cuatro o cinco párrafos que había escrito.<br />Hoy, fumando en el patio de una casa que hay detrás del diario, volví a pensar en el cuento. Nada específico, ni siquiera una idea iluminada que me permitiera completar el cuento.<br />No, lo rutinario. Nada interesante.<br />Entonces, apenas apagué el tabaco, caminé hasta mi escritorio, me senté frente a la computadora y fui a buscar el borrador.<br />Esta vez no estaba.<br />En algún momento lo borré o se borró –pensé.<br />Así se perdió esa vulgar idea de 2009.<br />Que mierda, en la vida real todas las muertes no incluyen payasos. Y son tristes.<br />A la mierda los payasos. Y ese cuento de mierda.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-57114256918152806092009-05-25T14:39:00.000-07:002009-05-28T15:19:36.630-07:00Paracos, los feos-Se lo comió calientito -dice Hermes.<br />Dice así: "Hay un paraco que le sacó el corazón a uno y se lo comió así, calientito".<br />Paraco en Colombia es el diminutivo de Paramilitar, o algo así. Y, según Hermes, son gente muy fea.<br />Se podrían decir muchas cosas de los Paracos, pero Hermes sólo utiliza esa palabra para definirlos: "fea".<br />Porque claro -pienso y le doy la razón- que es muy feo que alguien le arranque el corazón a otro y se los mastique "calientito".<br />Hermes dice, sentado sobre un tronco en la orilla del río, que a ese paraco comecorazones le faltaba algo.<br />- A ese le faltaba amor.<br />Dice, serio, Hermes.<br />Y no sé si reírme o llorar.<br />No me sale hacer nada, sólo me quedo ahí, en silencio, y simplemente continúo mirando el río.<br />Si, esa gente es fea -pienso.<br />Hermes tiene razón.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-35599262381353824352009-02-02T20:28:00.000-08:002009-05-29T15:24:13.948-07:00Un millónBenito <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_0">Almada</span> vuelve a mirar el periódico desplegado sobre la mesa blanca y repite: -Hoy sólo 12.<br />Abre su libreta de hojas cuadriculadas y anota debajo de la columna con fecha 4 de noviembre de 2008: 12 muertos.<br />Luego, vuelve a mirar los avisos fúnebres del periódico y otra vez el cálculo –si, son 12 muertos – confirma.<br />Se largó a llover –le digo, para decir algo. Para sacarlo de los muertos. O, mejor: para dejar de pensar en esos muertos que convierte en números.<br />Pero Benito ni siquiera me mira. Saca una tijera del cajón de la mesa y con precisión rutinaria comienza recortar cada uno de los 12 avisos fúnebres.<br />Afuera llueve y ni siquiera puedo salir al pequeño patio a fumar un cigarrillo.<br />De cualquier modo –pienso- no estoy muerto así que no entró en su cuenta diaria.<br />Benito ni me mira: sigue recortando muertos.<br />- Me toma 15 minutos porque ya aprendí a identificar más rápido los muertos diarios de los avisos recordatorios de otros muertos de años anteriores.<br />Dice, sin levantar la vista de la mesa. -Son 943 mil personas –agrega, mientras escribe la cifra en la libreta de hojas cuadriculadas.<br />-¿Cómo?<br />-Que son 943 mil personas muertas al día de hoy.<br />- Ya.<br />- Tengo los avisos fúnebres pegados de cada uno de los muertos, le muestro la libreta.<br />- Ya.<br />Benito se levanta y me extiende su libreta de hojas cuadriculadas. -Todavía me faltan varios muertos para llegar al millón -dice<br />- ¿Cómo?<br />- Que todavía me faltan muchos muertos para llegar al millón.<br />- Ya.<br />La lluvia aumenta en intensidad y un hilo de agua se empieza a colar por debajo de la puerta de madera. Son las 5 de la tarde y el último bote que me podía depositar en tierra firme ya se fue.<br />Me dejó. O, en realidad: lo dejé.<br />En la isla –perdida, borrada, olvidada en algún lugar del <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_1">Darién</span> que no me quiero acordar- no hay nadie: sólo se escucha el sonido de la lluvia contra la tierra.<br />- Es que todos tienen que tener una razón para vivir, dice. Y agrega: -y acá son pocas las razones, ¿comprende?<br />La verdad es que no comprendo. Igual, le digo que si, que si comprendo.<br />- No, usted no comprende: mi razón de vivir son los números y los muertos, es la única forma que tengo de trascender. De dejar al menos una cifra.<br />- Ya.<br />- ¿Comprende?<br />Cada vez menos. Igual le digo que si, que si comprendo.<br />- Esa es mi razón. Todos los días cuento los muertos del periódico para calcular el día del muerto un millón.<br />- Ya.<br />- Y ahí si, esa no me la saca nadie.<br />- Ya.<br />- Ahí mismo saco la pistola del cajón, me pego un tiro, y me convierto en el muerto un millón.<br />Benito, de repente, se <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_2">levanta</span> de la silla. Y ahora habla.<br />- Así que usted, que es periodista, me tiene que hacer el favor de publicar mi historia en el diario.<br />Le respondo que si, que ahora comprendo. Y le digo que me avise nomás cuando los avisos lleguen cerca del millón.<br />Y le prometí que volvería.<br />Si, a Benito le prometí que no sería uno más en los avisos fúnebres de los diarios.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-18032073554422466002008-09-16T11:38:00.000-07:002008-09-16T13:05:31.231-07:00La vida ebrioEl camino es angosto. Sus límites, a los costados, los impone la selva. Para llegar hay que caminar 30 minutos por ese camino, tras varias horas en bote por un río marrón.<br />No hay nada: sólo unas huellas que en algunos trayectos se debilitan y en otro se borran por completo.<br />El sol, en lo alto, destruye la piel.<br />El pueblo no se presenta de golpe: primero un rancho de paja sobre cuatro pilotes. Luego otro y, más allá, otro más. No hay nadie. En ningún rancho hay nadie.<br />El camino - angosto, irregular- termina en la plaza del pueblo.<br />Cinco edificios la rodean: se destaca la destartalada iglesia de madera. Hay cuatro edificios más también de madera. Todas las puertas y ventanas están cerradas.<br />Llego al centro de la plaza. Un grupo de gallinas, casi sin plumas –enfermas- vagan. No hay nadie.<br />El sol arriba, en el cielo.<br />Es mediodía y el viento hirviendo levanta la hojarasca de los árboles. Las gallinas siguen buscando comida donde no hay.<br />Un viejo cartel borroso en la entrada de una de las casas: "Patio Mi cielito". Camino hasta la puerta. A un costado, colgada de un clavo, una llave oxidada.<br />El silencio sólo es quebrado por las ráfagas de viento caliente que levantan las hojas.<br />Agarro la llave y la observo: coincide con la cerradura. Pruebo. Giro la llave y empujo. Nada. La madera hinchada.<br />Vuelvo a empujar la puerta, esta vez con más fuerza. Un sonido seco y la puerta cede. Se abre.<br />Un amplio salón con una sola silla al fondo. Tardo unos segundos en acostumbrarme a la oscuridad.<br />Camino dos pasos y doy vuelta la cabeza para mirar la plaza por última vez.<br />Cierro la puerta.<br />Adentro, en la silla, un moreno con el torso desnudo me mira con sus dientes blanquísimos. Se ríe, pero no dice nada. Del cuello le cuelga un cartel hecho de cartón. Dice: "Tengo que vivir esta vida que me toco en suerte todos los días. Por caridad, una moneda para comprar el ron que tanto necesito".Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-2380280581117339872008-07-12T10:50:00.000-07:002009-02-02T19:19:21.148-08:00La mudanza- Y al fin y al cabo iba a pasar. Dice Hilario, el sereno del hotel de Metetí, con tono de persona que sabe de lo que habla: - Y al fin y al cabo iba a pasar, repite.<br />Lo escucho con una lata de cerveza en la mano. Pienso: Hilario no termina de arrancar.<br />- Y al fin y al cabo iba a pasar.<br />Vuelve a repetir y agrega que estaba “cantado” que el curita del pueblo iba a hacer eso. Dice así: “eso”.<br />Y explica que estaba “cantado” que el curita, algún día, iba a dejar a la buena de Dios a los feligreses y a la capilla.<br />La capilla – de madera, sencilla, con techo a dos aguas- está frente a la plaza principal del pueblo. La puerta de ingreso tiene un portón de madera de un metro y medio que siempre permanece cerrado: como si Dios resolvió estar allí a medias, no a tiempo completo.<br />Pero una monja lo salva -si, al todopoderoso-: y me explica que está cerrado para evitar que las gallinas que se pasean por la plaza no lleguen hasta el altar.<br />Me levanto y voy a comprar otra cerveza en la tienda del chino que se encuentra pegada al hotel. Vuelvo y el sereno termina de contar el “bochinche” del curita.<br />- La gente se cabreó con el curita porque la semana pasada se ganó la lotería y se mudó al prostíbulo del pueblo.<br />Termina Hilario, casi sin respirar.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-90820612643154178452008-06-26T14:56:00.001-07:002008-06-30T16:04:31.830-07:00La perdió por cincoEl que vende "chicha" en la la calle principal del pueblo está indignado. O está triste.<br />Me lo cuenta Hilario, el sereno del único hotel de Metetí, en Darién.<br />Me dice: “el vendedor de chicha está triste”.<br />Muevo el dedo y abro otra cerveza. Es como la quinta que comparto con él. Son como las 9 de la noche. Y por la calle sólo pasan almas.<br />Mi compañero de tragos dice, mientras se rasca un pie, que el vendedor de "chicha" le fue a pedir ayuda el otro día: parece que su patrón le quiere robar la mujer.<br />Y por eso le pidió a Hilario que interceda a favor de su corazón.<br />Pero, al final, la cuestión era puramente económica. Mierda, sólo dólares.<br />Hilario dice que el vendedor de "chicha" le daba 10 dólares a la mujer para que duerma con él. Y que su patrón, que tiene mucha plata - “tiene mucha plata”, dice- le ofreció 15. Y también le ofreció dormir con aire acondicionado.<br />El patrón, parece, es uno de los ricos del pueblo.<br />Una oferta tentadora, le digo.<br />Pero Hilario no esta de acuerdo. Dice que no entiende porqué el vendedor de chicha no le dio 5 dólares más.<br />Ojalá el amor fuera tan sencillo, pienso, mientras me levanto y camino hacía mi cuarto.<br />Sólo la perdió por cinco.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-12154051448378023572008-06-26T14:55:00.001-07:002008-06-30T16:09:31.434-07:00Tierra de plátanosLa estación de buses huele a calor. En unos minutos sale una “chivita” para Metetí.<br />La espero sentado en el único banco disponible, mientras reviso mis notas. O, mejor: trato de descifrar lo que escribí sólo unas horas antes.<br />Me derrito.<br />En eso estoy cuando levanto la cabeza y miro a un hombre que se me acerca con un inmenso ramo de plátanos verdes al hombro.<br />Se sienta al lado -en el único banco disponible- y le miro la cara: es un moreno enorme que tiene la nariz como aplastada en el centro de la cara y unos ojos redondos y negrísimos.<br />Pienso: el de los plátanos seguro que se me sienta al lado también en el bus.<br />Y sí: el de los plátanos se sienta a mi lado en el bus y pone la comestible carga en su regazo.<br />Se me ocurre que, si se duerme, le puedo robar una banana (lo pienso así, en argentino: ba-na-na), pero enseguida desisto de la idea. El de los ojos negrísimos no sólo carga los plátanos, sino que además lleva consigo un machete que pone a un costado.<br />Me va a rebanar un dedo. Mejor no le robo nada.<br />El bus recién arrancó. Y voy con los plátanos hacia Metetí.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-22585805937363496282008-06-26T14:54:00.001-07:002008-06-30T16:14:24.815-07:00Europa en el DariénEl alemán -vestido con ropa gastada de rambo pero con lentes de sol a la moda- sólo quiere pagar cuatro dólares. Ya llegamos a El Real de Santa María y hay que pagar el viaje en lancha.<br />Estamos en el culo del mundo.<br />Son cuatro dólares, dice el alemán. El viaje es un galón de combustible, repite en un castellano cortado a cuchillazos.<br />Pienso que el alemán es una mierda. Pero no le digo nada. Sí le responde el "capitán" de la lancha: le explica que en la ciudad el galón de combustible cuesta cuatro dólares pero que acá en la provincia de Darién sale cinco.<br />Yo pagué mis cinco. Y el capitán dice, señalando hacia mi: "él pago sus cinco".<br />Pero no hay caso, el alemán se rehusa a largar el dólar de más que le piden.<br />El alemán – que me dijo su nombre pero ya lo olvidé- viaja con una mujer que durante todo el recorrido disparó su cámara de 300 dólares. Disparaba para congelar a todos los indio emberá que iba encontrando en alguna de las dos orillas del río Tuira.<br />Ojalá que a su mujer se la fifen las FARC, pienso. Sí, que se la fifen.<br />El alemán, mientras, insiste en que sólo pagará cuatro dólares. Y se defiende: ellos no pagan, dice mientras señala a dos indios que viajan con nosotros.<br />Y que durante todo el trayecto no miraron: sus ojos apuntaban al piso de la lancha.<br />No le vi los ojos.Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1342201109051357435.post-9878082961307501422008-06-26T14:21:00.000-07:002008-06-26T14:52:42.634-07:00Los muertos del Darién<span style="font-family:trebuchet ms;">Ella no está bien, ayer se murieron sus cuatro hijos de “diarrea”.<br />Eduardo habla sin ninguna pena en la voz: lo hace de una forma burocrática, gélida. Repito sus palabras en busca de detalles: Se murieron cuatro hermanos, le pregunto.<br />No me contesta: no sé si no me escucha o me ignora. Le vuelvo a preguntar y me hace un “no” con la cabeza como diciendo, olvídese, no pregunte más que aquí no ha pasado nada.<br />Pero en lo profundo del Darién –cerca de la caliente frontera colombiana- pasa de todo. De todo.<br />La lancha arranca su motor y empieza a remontar el río Tuira. No quiero insistir con la pregunta: me da miedo de que sea verdad.<br />Escondo mi estúpida precisión periodística en el silencio.<br />Apenas llegamos a El Real de Santa María -uno de los últimos poblados al que sólo se accede por agua- un moreno que también viajaba en el bote se bajó detrás mio.<br />Se va la lancha y ya solos me dice: lo del niño muerto por desnutrición el año pasado en el Darien - que llamó la atención de toda la prensa nacional- fue una cosa política.<br />Lo dice así, sin detalles: “fue una cosa política”.<br />Y ahora que camino la zona pienso que, quizás, tenga razón. No hace falta recorrer mucho para darse cuenta que aquí la regla no es la abundancia.<br />Que falta todo: hasta la presencia del Estado.<br />Eduardo, el que me habló sobre los hermanos muertos, ya no está con nosotros. Nos dejó en El Real de Santa María y se fue río arriba.<br />Mi precisión periodística se fue con él.<br />Me quedo con la sensación de que lo mejor sería sentarse en la entrada del cementerio, esperar, y contar los muertos.<br />Los muertos del Darién que nadie rescató.</span>Santiago Fascettohttp://www.blogger.com/profile/08429590033111255930noreply@blogger.com