jueves, 26 de junio de 2008

Los muertos del Darién

Ella no está bien, ayer se murieron sus cuatro hijos de “diarrea”.
Eduardo habla sin ninguna pena en la voz: lo hace de una forma burocrática, gélida. Repito sus palabras en busca de detalles: Se murieron cuatro hermanos, le pregunto.
No me contesta: no sé si no me escucha o me ignora. Le vuelvo a preguntar y me hace un “no” con la cabeza como diciendo, olvídese, no pregunte más que aquí no ha pasado nada.
Pero en lo profundo del Darién –cerca de la caliente frontera colombiana- pasa de todo. De todo.
La lancha arranca su motor y empieza a remontar el río Tuira. No quiero insistir con la pregunta: me da miedo de que sea verdad.
Escondo mi estúpida precisión periodística en el silencio.
Apenas llegamos a El Real de Santa María -uno de los últimos poblados al que sólo se accede por agua- un moreno que también viajaba en el bote se bajó detrás mio.
Se va la lancha y ya solos me dice: lo del niño muerto por desnutrición el año pasado en el Darien - que llamó la atención de toda la prensa nacional- fue una cosa política.
Lo dice así, sin detalles: “fue una cosa política”.
Y ahora que camino la zona pienso que, quizás, tenga razón. No hace falta recorrer mucho para darse cuenta que aquí la regla no es la abundancia.
Que falta todo: hasta la presencia del Estado.
Eduardo, el que me habló sobre los hermanos muertos, ya no está con nosotros. Nos dejó en El Real de Santa María y se fue río arriba.
Mi precisión periodística se fue con él.
Me quedo con la sensación de que lo mejor sería sentarse en la entrada del cementerio, esperar, y contar los muertos.
Los muertos del Darién que nadie rescató.